Esta es la narración del histórico viaje que unió por primera vez el territorio chileno y la Isla de Pascua. ¿Qué tiene que ver La Serena? El avión partió desde el mismísimo aeropuerto “La Florida” de nuestra ciudad.
¡La isla! ¡La isla!
Fue a las 13:30 de la tarde del 20 de enero de 1951 cuando el grito eufórico del Capitán Roberto Parragué Singer llamó la atención de los tripulantes del avión “Manutara”, de la Fuerza Aérea de Chile, que volaban cruzando el Pacífico, cumpliendo así una hazaña sin igual: por primera vez en la historia un avión había logrado unir al continente con la mítica Isla de Pascua.
“Manutara” o golondrina de mar es, en la cultura pascuense, el ave de la buena suerte. Quien quisiera convertirse en el jefe o “Tangata Manu” (Hombre Pájaro) debía encontrar y tomar el primer huevo que pusiera esta ave migratoria, cruzando a nado una furiosa corriente que llevaba al islote donde anidaban. Fue el nombre con el que la tripulación del Canadian Vicker OA-10ª Catalina bautizó a su avión, buscando quizás la misma fortuna que aquel pájaro prometía.
El grupo, liderado por Parragué, estaba conformado además por dos tenientes, un subteniente, dos radiotelegrafistas y dos sargentos, los que despegaron desde el aeropuerto “La Florida” de la ciudad de La Serena, con la misión de cubrir sin novedad los 3.680 kilómetros que separan al territorio continental chileno y Rapa Nui.
Tras 19 horas y 22 minutos de vuelo, el avión descendió en la pista de Mataveri, ante los vítores y miradas de sorpresa de los isleños, muchos de los cuales comenzaron a entonar el himno nacional.
Lamentablemente, la hazaña no pudo repetirse de vuelta. Un accidentado aterrizaje obligó a la Fuerza Aérea a suspender el regreso hasta reparar al Manutara. Y aprovechando la ocasión, fue el piloto australiano Sir Gordon Taylor –quien ya venía volando desde su país- el primero en unir la isla con Chile en marzo de 1951.
En lo que respecta al Catalina chileno, llegó al fin de sus días lejos de la gloria que algún día consiguió: nunca pudo ser reparado en Rapa Nui, debiendo volver al país en barco en 1952.
Luego de sumarse nuevamente a la Fuerza Aérea, terminó sus días en el fondo del lago Peñuelas, en la región de Valparaíso, tras un accidente en el que murieron sus tripulantes.
El Moai de La Gratitud
Para los habitantes de Isla de Pascua, el evento fue legendario. Por esos días, la conexión con Chile se limitaba a un carguero al año que llevaba las provisiones necesarias, por lo que la llegada del Capitán Parragué y su tripulación fue seguida por todos los habitantes, quienes los recibieron con cánticos y ovaciones.
En gratitud por el viaje, los isleños regalaron a la gente de La Serena uno de sus tesoros más preciados: un característico “moai” de casi cuatro metros de alto, el cual actualmente puede verse en el Museo Arqueológico de La Serena.
Las aventuras de este regalo pascuense lo han llevado a visitar Europa para ser exhibido en múltiples eventos y exposiciones. Sin embargo, la polémica no ha estado exenta: durante su visita a la Fundación La Caixa, en Barcelona, sufrió un accidente que casi le cuesta su cabeza, y la de todos los organizadores, por cierto. Desde aquella oportunidad, el “moai serenense” ha preferido quedarse en su nueva ciudad, disfrutando de los ojos asombrados de miles de visitantes.
Texto: Eduardo Ávila